En el camino desde dos meses ya.


Salgo en dirección a Valparaíso, esta ciudad que siempre he soñado conocer.
Todavía está lejos, paso Los Vilos y finalmente me detengo, después de 300 km, en Pichidangui, un pequeño y encantador puerto pesquero.

Absoluta calma.
Todos los hoteles están cerrados durante la temporada baja. Todos menos uno que alquila cabañas.

Tomo el camino de tierra y estaciono mi motocicleta frente a mi cabaña.

Por supuesto, no hay wifi, pero puedo ver el mar y el puerto desde mi habitación.
Hace frío y es hermoso.

Voy a pasar un rato en el pequeño puerto donde los marineros guardan y reparan sus redes.
La luz es muy hermosa al final de la tarde. Los pelícanos se mantienen calientes y deambulan por el puerto.

Ceno en el único restaurante abierto antes de una puesta de sol que prende fuego a la costa.
Soy el único que camina en el pueblo a las 8:00 p.m.

En Valparaíso aprenderé que este pequeño pueblo es el lugar de vacaciones de unos pocos iniciados que desean conservar su carácter.